El autor de “El Aleph” llevó a la literatura muchas de las experiencias más difíciles de su vida, del desamor a las situaciones traumáticas que le tocó transitar. El 24 de diciembre de 1938, Borges volvía de la Biblioteca Miguel Cané con el corazón en un puño. Hacía menos de un año que trabajaba allí —era casi su primer trabajo formal— y se sentía totalmente fuera de lugar. Creía ocupar un rol muy por debajo de sus capacidades, el trabajo era monótono, no se llevaba bien con sus compañeros. Mucho después, sin embargo, diría a la prensa que recordaba aquella biblioteca con cariño: Borges, como nos enteramos brutalmente con el diario de Bioy, tenía, como todos, un discurso público y uno privado.