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REFLEXIONES

3 de febrero de 2019

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JAVIER BLÁNQUEZ Barcelona 1 FEB. 2019 01:36 Quilmes, Argentina, 1969. ¿Cómo se adaptará nuestro cerebro a la nueva tecnología y al mañana que nos aguarda como especie? El afamado neurocientífico y divulgador responde a tan complicada cuestión en su nuevo libro, El cerebro del futuro (Paidós), escrito conjuntamente con Mateo Niro.

Argentino, neurocientífico... Usted tuvo que leer aquel cuento de Borges, 'Funes, el memorioso', bastante pronto, ¿no?

Lo leí en la Secundaria, con un grupo de amigos. Y cada vez que lo releo actualmente me parece más interesante, porque Borges grafica ahí la importancia del olvido. La memoria uno tiene que imaginársela como islas en océanos de olvido. Hoy sabemos que, cuando olvidamos, hay gasto energético. Olvidar no es un fenómeno pasivo. Así que Borges se dio cuenta antes que los neurocientíficos de la importancia del olvido y del proceso de la memoria. Gabriel García Márquez también. Dijo: "La vida no es la que vivimos, sino como la recordamos para contarla". La memoria humana es un acto creativo con tres aspectos: atención, codificación y evocación, y cada vez que evocamos una memoria, en cierta manera, la reconstruimos y la volvemos a guardar, y lo que recordamos al día siguiente no es tanto el hecho que vivimos, sino el último recuerdo.

¿Le aterra la posibilidad de no olvidar nunca, y recordarlo todo?

Eso sería una tragedia, porque si recordamos todo, tendríamos que vivir 24 horas mañana para recordar las 24 horas de hoy. No podríamos aprender nada nuevo, asociar nada nuevo. Por suerte, olvidamos.

¿En qué medida le sirve a un científico saber de humanidades y leer novelas?

La neurociencia no se permite la ambigüedad que se permiten la literatura y el arte, pero para entender el cerebro necesitamos esa ambigüedad. ¿Por qué leemos? Porque el ser humano es el único animal que se permite imaginar otros escenarios. Leer una novela, estudiar algo, saber de algún tema, nos permite escenarios mentales diferentes, lo cual es algo es positivo. También puede ser negativo en términos de ansiedad, porque la ansiedad también puede ser imaginaria. Yo ahora mismo podría estar pensando que mis hijos en Buenos Aires están siendo secuestrados y tener ciertos síntomas físicos de ansiedad. Así que, básicamente, lo humano es imaginar otros escenarios, sean positivos o negativos.

 Los científicos coinciden en dos cosas: no lo conocemos todo sobre el cerebro pero, como nos dijo Antonio Damasio hace unos meses en otra entrevista, cada vez sabemos más. ¿Cuánto sabemos realmente a día de hoy?

Sabemos poco del cerebro, pero también es cierto lo que decía Damasio, que en las últimas décadas hemos aprendido más sobre el cerebro que en toda la historia de la Humanidad. Sin embargo, yo no lo pondría en grados, en qué porcentaje sabemos, porque sería algo inexacto. La pregunta es: ¿podrá el ser humano comprender su propio cerebro? Es difícil. Algún premio Nobel decía que es como intentar saltar tirándote de los cordones; es imposible porque al final se rompen los cordones. Pero se está haciendo bastante bien. Sabemos algunos aspectos de cómo decidimos, algunos aspectos de la emoción y de cómo la emoción le da color a nuestro estado mental, sabemos algunos aspectos de la memoria, algunos aspectos de la creatividad, o de la visión, porque vemos con el cerebro y no con los ojos, de la atención... Pero todavía no tenemos una teoría general sobre el cerebro.

Eso suena a la teoría del todo de la cosmología, y esa incertidumbre deja una rendija abierta a que se cuele una explicación de origen. ¿Es una variable a tener en cuenta?

El cerebro es el órgano más complejo del universo, hay más conexiones cerebrales y sinapsis que estrellas en la galaxia. Estamos seguros de que nuestra mente sale de las conexiones neuronales, y a su vez del entorno, pero no sabemos cómo ni sabemos explicarlo. Ahí se filtran, para llenar ese vacío, diferentes teorías. Por otra parte, sabemos que tener fe en algo nos hace bien, lo cual es es paradójico, porque desde la ciencia tratamos de refutar esa fe, pero hoy sabemos que la gente que cree en algo vive más y mejor.

Es curioso, ¿no? El órgano de la razón superado por la sinrazón.

Evolutivamente, nosotros hemos privilegiado dos cosas antes que la verdad: sobrevivir y pertenecer a una tribu. Porque un antepasado nuestro, hace 40.000 años, en un bosque, y que tenía el mismo cerebro que tenemos nosotros ahora, si veía una sombra no se ponía a elaborar racionalmente las características de la sombra para discernir si era un oso agresivo o un árbol, porque si era de un oso, el oso lo mataba. Así que lo primero que hacía era disparar. En un mundo ambiguo, para sobrevivir, es importante a veces no ir siempre a la verdad.

Y por eso permanece esa tendencia de muchos grupos sociales a negar las evidencias.

Hace unos años, The Lancet publicó un artículo que sostenía que las vacunas provocaban autismo. Luego se dio cuenta la revista, y todo el mundo científico, de que aquello era un fraude. Hay mucha evidencia que demuestra que las vacunas no provocan autismo, esto que quede claro. Pero en el mundo ha quedado mucha gente convencida de que sí, y si tú vas a esa gente con la evidencia científica y le dices, mira, puedes vacunar a tu hijo, esa persona va a ignorar lo que desafía sus creencias y va a buscar a otra persona que piense igual. Porque somos tribales. Nos importa más pertenecer a un grupo social que la verdad. Pasa con Trump, Cristina Kirchner y aquí en España con lo de Cataluña: la evidencia no cambia lo que pensamos, porque eso implica que estoy desafiando tu construcción y tu identidad.

Afirma en el libro que el cerebro del futuro no será distinto al que tenemos, pero se adaptará a lo que tenga que venir. ¿En qué mejorará?

Habrá interfaces que conectarán cerebro y ordenador. Esto ya pasa, no es ciencia ficción. Por ejemplo, a personas que son tetrapléjicas y están en una silla de ruedas, pero que tienen sus hemisferios cerebrales intactos, y por tanto pueden hablar, pensar y atender, se les puede poner una grilla de electrodos y esa persona podrá pensar 'Quiero levantar este celular', y levantarlo. Esa secuencia de pensamiento produce una actividad eléctrica determinada, que no la produce ninguna otra secuencia de pensamiento. Y eso, detectado por la grilla de electrodos, lo decodificará una computadora compleja y activará un brazo robótico que actúa por la fuerza de los pensamientos. Esto se utiliza hoy con pacientes con trastornos neurológicos, y esa tecnología puede estar disponible en el futuro.

O sea, que el 'ciborg' ya es una realidad.

Son como esas gafas que llevas tú, una extensión de las capacidades cognitivas. Por ejemplo, puede haber un cirujano en el futuro que esté operando y tenga que hacer una técnica u otra, y tenga un chip en el cerebro conectado a una computadora con inteligencia artificial, y en unos segundos la computadora le proveerá de un análisis de varios estudios científicos. Después el cirujano tendrá que decidir qué técnica usa, no la computadora, pero esa interfaz cerebro-máquina quizá marque que la evolución humana no sea como hasta ahora evolutivamente. A la vez, eso creará una desigualdad: gente que podrá acceder a los anteojos y gente que no.

Dígame un aspecto en el que puede cambiar nuestro cerebro en el futuro próximo a nivel colectivo.

Es una opinión mía, pero en 10 ó 15 años revisaremos cómo vivíamos hoy, siempre pegados a este aparatito [levanta su teléfono móvil], chequeando Facebook, Whatsapp, los diarios online, continuamente cambiando de tareas... y pensaremos: qué loco, cómo estábamos en 2019. Es igual que ahora, que nos parece una locura ver las revistas de hace 40 años en Estados Unidos, donde los médicos promocionaban el cigarrillo. Creo, por tanto, que vamos a volver al contacto humano. La conexión permanente en la que estamos ahora nos baja el rendimiento, nos hace más ansiosos, nos da insomnio, nos estresa más. Así que si vamos a usar la tecnología, que es fantástica y nos permite hacer cosas maravillosas, en el futuro, quien quiera tener un bienestar digital, va a tener que ser consciente de que hay que limitar el uso de la tecnología. Ya sabemos que esto es como el azúcar o el tabaco, que nos hace mal estar todo el día conectado, no necesitamos nuevas evidencias.

Analistas como Nicholas Carr o Jaron Lanier ya dicen eso mismo desde hace tiempo, pero todavía hay quien les llama cenizos y cosas peores. Y no parece que la gente quiera separarse tanto de los móviles.

La gente no se da cuenta de que vive con mayor ansiedad, con mayor estrés, con mayor fatiga. El cambio de tarea, pasar de responder un Whatsapp a ir a Instagram, poner una foto, volver al mail, y luego a Instagram y a Whatsapp... Todo eso, cada cambio de tarea, requiere un costo cognitivo que nos hace menos inteligentes. Hay estudios que muestran que estos cambios de tarea impactan hasta en 10 puntos en el cociente intelectual, y nos estresa, nos agota, nos produce insomnio... Cuando la gente empiece a notar que su cansancio, su estrés, su ansiedad y su falta de rendimiento se deben a esto, llegará la desintoxicación digital.

Dios le oiga.

Déjame explicarte por qué. Lo que siempre hizo la especie humana es evitar el dolor, huir del peligro y buscar el placer. Y lo seguimos haciendo. El placer está en la novedad. Ahora, cuando yo termine contigo y chequee Whatsapp, lo que espero es que sea Angelina Jolie quien me escriba, pero seguramente sea alguien que renuncia del laboratorio mío, o que me pide más dinero para investigar. Buscamos una recompensa, y estos aparatitos lo saben, y actúan sobre la necesidad de novedad que tenemos como especie. Por eso Google y Facebook, esto es público y lo puedo decir, están haciendo programas de bienestar digital, porque ellos también lo saben.

¿La tecnología debilita nuestra memoria?

Lo decía Nicholas Carr, y no sé si es cierto. Yo antes recordaba cuántos habitantes tenía Belgrado, o Moscú, o Ulan Bator, pero ahora no intento recordar eso. Ni siquiera me sé el número de teléfono de mi pareja. En cambio, lo que nunca me va a dar Google es la memoria del último abrazo que le di a mi hijo, o a mi padre antes de morir. Que Google ocupe la memoria que antes dedicábamos para recordar números de teléfono no significa que vaya a reemplazar la memoria. La memoria va a tener otras funciones que nunca podrán ser tomadas por Google.

 Hay gente que opina que en el futuro las máquinas sobrepasarán en inteligencia a los humanos, y que podremos guardar la mente en un ordenador. La famosa singularidad de Ray Kurzweil. ¿Está cerca eso?

No, esa idea viene de los tecnólogos, de Kurzweil, que es el director de tecnología de Google. Yo nunca escuché a ningún gran neurocientífico de primer nivel diciendo eso, porque el que entiende el cerebro sabe que el cuerpo y la mente son una sola cosa, la comunicación es bidireccional. Los que dicen que van a guardar la mente en una computadora... ¿dónde van a poner el cuerpo entonces? Es una idea que viene de la inteligencia artificial, de los años 50, y siempre hubo premoniciones grandiosas que decían que los robots iban a superar a los humanos, que nunca pasaron.

Sin embargo, la Inteligencia Artificial ha avanzado mucho. ¿Dónde estaría su límite?

Antes la Inteligencia Artificial hacía tareas humanas para las que estaba programada, y la Inteligencia Artificial moderna de hoy es distinta, tiene capacidad de hacer tareas para las que no ha sido programada, y aprender del ensayo y el error, analizar grandes cantidades de datos, y eso es útil, así que se va a producir una cierta autonomía y hay que hacer una neuroética para controlar esto. Pero eso es muy distinto a que la Inteligencia Artificial vaya a superar al cerebro humano. Ya lo superó en determinadas tareas, en velocidad de procesamiento, pero nunca en creatividad, en emoción, en intuición, en analizar la estética del arte, en la compasión, en la consciencia, los que los filósofos llaman qualia... Una pareja puede estar enamorada y para los dos ese sentimiento de amor es diferente. Eso es único del cerebro humano.

Lo que sí parece cercano es un futuro más robotizado y más desigual.

Es un escenario realista, la robotización va a sustituir cada vez más los trabajos que puedan ser robotizados, pero también es cierto que en muchos casos van a necesitar la mente humana. También será una oportunidad para que los humanos se combinen con la robotización. La mejor manera de no crear pánico en la sociedad es educarse. Sabemos que hay ciertas habilidades que van a ser importantes para hoy, porque el futuro es hoy: una es la flexibilidad cognitiva, la capacidad de adaptarse a nuevos escenarios. El conocimiento enciclopédico, recordar datos, como cuando yo era chico y recordaba las capitales de Europa, ya no va a ser tan importante. Y sí va a ser importante aprender a aprender, es una de las habilidades nuevas que hay que enseñar a los chicos.

¿Qué eficacia cabe esperar en la medicina futura para reducir las enfermedades mentales?

El tema de la enfermedad del cerebro no es un tema humano solamente, ni médico, sino que es un tema económico, social y político. La principal causa de discapacidad en el mundo hoy es la enfermedad del cerebro, más que el cáncer y más que la enfermedad cardiovascular. Entendiendo que la enfermedad del cerebro no es sólo alzhéimer, epilepsia, traumatismo de cráneo, accidente cerebrovascular, autismo, esquizofrenia, parkinson, etcétera, sino que también lo es el estrés crónico, el insomnio crónico, la ansiedad patológica, la, depresión... El alzhéimer no es la enfermedad del cerebro más prevalente, porque la ansiedad crónica o la depresión lo son más, pero si el alzhéimer fuera un país, sería la economía número 18 del mundo, estaría en el G20. Y el principal factor de riesgo es la edad. La expectativa de vida está creciendo en todo el mundo, así que el factor de riesgo es cada vez mayor. Hoy sabemos que los cambios en el cerebro que provocarán alzhéimer se producen décadas antes de que aparezcan los síntomas.

Mientras no se pueda curar, ¿qué recomienda hacer?

Éste es un objetivo modesto, pero realizable: algún día podremos convertir el alzhéimer en una enfermedad crónica, como la diabetes, y que la persona tenga los síntomas, pero no la degeneración. Mientras tanto, hay que intentar mantener el cerebro en forma: hacer ejercicio físico, que además de los cambios cardiovasculares refuerza el pensamiento creativo, el ánimo y genera nuevas conexiones neuronales. Hay que dormir bien, evitar el estrés, o trabajarlo para que no te afecte. Y además mantener el contacto humano: la vida social protege el cerebro. Somos seres sociales, y el aislamiento crónico, sentirnos solos, es un factor de mortalidad más importante que la polución ambiental, la obesidad o el alcoholismo. Y sin embargo, cuando vas al médico, nunca te preguntan cuántos amigos tienes. Y además, aprender algo nuevo siempre. Uno nunca debe jubilarse de lo que le apasiona.

Le preguntaré por los sueños. ¿Es bueno recordarlos? Yo, por ejemplo, no los recuerdo nunca, jamás he tenido vida onírica.

Es normal, porque la mayoría de las personas soñamos muchas veces, y los que recuerdan, sólo recuerdan lo que soñaron inmediatamente antes de despertarse. En nuestro libro hay un capítulo que habla sobre si se pueden leer los sueños, y esto no es ciencia ficción, está pasando: hay laboratorios en el mundo en el que, si te ponemos a dormir, y te ponemos unos electrodos en el cerebro, podremos reconstruir imágenes que tú soñaste sin que tú lo sepas. Esto lleva a una cuestión ética: en el futuro ya no estaremos preocupados por la privacidad de lo que clicamos en Facebook o Google, sino si la tecnología moderna podrá acceder a nuestros pensamientos privados. Esto no es posible hoy, pero el Departamento de Defensa de Estados Unidos está invirtiendo en neurociencia a través de DARPA con ese fin.

O sea, que el lector de mentes es una posibilidad.

Cada vez es menos ciencia ficción. Hoy se pueden leer ciertos patrones fisiológicos que producen los pensamientos. El sueño tiene tres funciones: una es consolidar la memoria, otra la modulación del sistema inmune y luego la modulación del sistema hormonal. Pero no sabemos mucho más sobre el sueño, y seguramente tiene otras funciones, porque dormimos un tercio de nuestra vida, así que algo más hará el sueño.

¿El cerebro trabaja mientras dormimos? ¿Podemos procesar información exterior?

¿Sabes cómo escribió Yesterday Paul McCartney? Cuando soñaba, porque otra de las funciones del sueño es intervenir en el proceso creativo. En términos creativos, la inspiración es para amateurs, uno necesita ciertos procesos para tener más chances de tener una idea creativa.

Lo que decía Picasso, ¿no? La inspiración siempre le llega a uno mientras trabaja.

Eso es. ¿Viste que los artistas definen cosas del cerebro antes que nosotros, los científicos? La creatividad tiene cuatro procesos o estadios. Uno, la preparación, y eso requiere años. Luego la incubación, pensar obsesivamente las ideas porque las refresca, concentrarse en un problema... Y aún así eso no es suficiente. Luego, el cerebro tiene que estar en off, no hacer nada, o durmiendo. Y luego creas. McCartney soñó Yesterday, y al despertar la escribió, pero yo, aunque viva 90 años y pase 30 durmiendo, nunca podré escribir Yesterday porque no tengo preparación. Pero claramente en el sueño se producen asociaciones neurales que llevan a la creatividad, así que yo recomiendo dormir con un birome [bolígrafo] al lado de la mesita de luz.

 

 

 

Fuente: el mundo.es



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