CARTA A MI PERRO

Noelia Barchuk

Hace un mes nos despedimos. Nadie imagina cuando Dios dice “basta” y corta la cuerda que da vida. Jamás podré olvidar que me miraste cuando te dejé en la veterinaria ése sábado por la mañana temprano. Guardaba una última esperanza que te salvaran. Sé que hicieron todo lo posible, tanto el doctor como mis santos a quienes confiaba tu recuperación. Pero aún así, no puedo resignar que te hayas ido.

 ¡Pasaron tan rápido estos quince años juntos! Si tengo tan presente cada anécdota compartida. Muchos, no comprenderán este sentimiento que me cierra la garganta y afloja un montón de lágrimas. Solo quienes consideran a sus animales como familia y no como mascota, entenderán. Imagino que algunos dirán que esta carta es una pavada, pero allá ellos. Por mi parte encuentro un refugio para brindar un pequeño homenaje a un ser querido que ya no está.

¡Mimosín! Mi perro hermoso, se te fue la vida en tan pocos días. Pensé que me acompañarías un buen tiempo más. Llegar a casa y que no me recibas es un bajón. No oír tus ladridos a la mañana temprano, (aunque rezongara por ellos) es como si me falta algo.

Me tendré que acostumbrar a que no estés. Solo verte en fotos, solo mirar dónde estás enterrado en el patio, recordar el bicho loco que siempre fuiste… Por lo pronto, nadie ocupará tu lugar. No quiero otro perro. Aunque tengo de quienes ocuparme, Guadi, gatos y hasta de Lolo que nunca deja de correr cuando escucha la moto frenando en casa.

¡Mimosín! Te convertiste en un ángel de cuatro patas, ése que siempre caminará invisible a mi lado para cuidarme.