Martes 3 de Diciembre de 2024

OPINIÓN

19 de septiembre de 2023

El mejor discurso de Capitanich.

Cuando el gobernador vio que la tendencia no iba a modificarse, tomó la decisión de evitar la agonía y volcó su rey sobre el tablero.

Bastante temprano en la tarde, Jorge Capitanich recibió los datos de boca de urna levantados en diferentes mesas testigos para elaborar proyecciones que le dieran al gobernador una idea acerca de qué podía esperar del escrutinio cuando se cerrara la votación. Los números no eran alentadores, pero en el equipo oficial no se perdió la fe. A fin de cuentas, si algo vienen haciendo las encuestas es fallar.

Después de las 18, el recuento de los votos emitidos por los chaqueños asomó pronto, para sorpresa de los escépticos que temían que los primeros guarismos aparecieran recién más allá de las nueve de la noche. Esos datos iniciales mostraron una tendencia ampliamente favorable para Capitanich, que en esos primeros minutos llegó a tocar 68% de los sufragios positivos escrutados. Un momento después había bajado a 48%, aunque con diez puntos de ventaja sobre Zdero. Pero los números eran zigzagueantes, como en cualquier conteo que apenas se inicia.

Cuando el escrutinio superó la línea del 10% de las mesas habilitadas se instaló una tendencia que acabó siendo casi la misma toda la noche, con un Zdero plantado por encima del 46% y un Capitanich que estaba en 38. El gobernador fue subiendo lentamente su caudal, pero Zdero no bajaba al mismo ritmo, lo que indicaba que en realidad el Frente Chaqueño lograba crecer a costa de una reducción -también progresiva- del porcentaje de de votos de Gustavo Martínez y de Juan Carlos Bacileff Ivanoff.

Hasta que llegó el momento que, de alguna manera, todos temían en el entorno de Capitanich: aquel en el que él, conocedor como nadie de lo que puede pasar con los números y lo que no, dio por muerto al paciente y anunció que iba a comunicarse con Zdero para reconocer la derrota y felicitarlo por el triunfo.

EL MENSAJE
Herido, Capitanich entendió que lo peor que podía hacer era prolongar la agonía, y poco después de las 21.30 salió a hablar ante medios, dirigentes y militantes que esperaban su palabra. El escrutinio recién estaba en la línea del 60% de mesas escrutadas, y si bien el Frente Chaqueño había logrado ponerse por encima de 40%, se veía imposible que la brecha pudiera ser salvada. Sí era razonable suponer que todas las mesas que todavía no se habían cargado al sistema pusieran a Zdero por debajo de 45%, lo que hubiese obligado a una segunda vuelta en octubre. Pero al ver qué localidades restaban cargar, Capitanich supo que la partida estaba perdida.

Llegó entonces el que probablemente haya sido el mejor discurso de Capitanich. ¿Por qué? Porque pese a lo caliente de la campaña (una característica a la que él contribuyó con fuertes descalificaciones a Zdero y a la oposición en general, quienes se las devolvieron con similar abundancia), tuvo la lucidez de reconocer rápidamente que la victoria era ajena, para ponerle punto final a la tensión de la jornada.

Pero sobre todo, porque lo hizo con un tono mesurado, simple, directo, y brindando un gesto que parece menor pero que no debe ser fácil de dar en un momento que, para él, es el más duro de su carrera política.

En ese mensaje también apareció algo que es difícil hallar en discursos anteriores de Capitanich y de casi cualquier otro gobernante argentino de las últimas décadas: un reconocimiento de fallas propias. "Pido perdón por mis errores", dijo, dirigiéndose a una provincia de la cual fue el principal referente político durante 16 años. "Gracias por la lección", agregó.

Este es, al fin de cuentas, el diario del lunes, y es fácil analizar los resultados con todo a la vista. Pero de todos modos es tentador imaginar qué hubiera pasado si la humildad de anoche, que se agradece por la significación del momento histórico que abre lo vivido ayer, hubiera estado más presente en el elenco gubernamental. Como sea, lo que vale ahora es que el gobernador saliente y su sucesor estén, en la transición y en lo que vendrá después, a la altura de una sociedad que vota diferente pero pide lo mismo: una dirigencia capaz de entenderse en todo lo que importa.

 


Por Sergio Schneider
Director periodístico - Diario Norte.



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