NOELIA BARCHUK
6 de octubre de 2016
De Ceremonias y Obsesiones - Por Noelia Barchuk
"Leyó en voz baja “Karaí Octubre”. Después, volvió la vista hacia las demás pequeñas esculturas. Una a una fue observándolas y enterándose de su leyenda respectiva".
Una vez más, María visitaba el museo. Era recibida con la naturalidad de quién es amigo de la casa. Hacía tiempo que había conocido el lugar y se sentía atraída por todo su contenido. Sabía los nombres de las personas que trabajaban allí, la historia detrás de cada objeto y la importancia de los mismos.
Necesitaba echar un vistazo, era viernes y el fin de semana sería largo, debía constatar que todo continuaba en su mismo sitio. Es decir, garantizar tranquilidad para los días posteriores.
De un tiempo a esta parte, María había desarrollado una especie de obsesión. Era consciente que debía superarla, pero era más fuerte la intensidad de aquella. Por ejemplo, ya no contaba ovejitas para poder conciliar el sueño. Ahora, contaba candelabros, instrumentos musicales autóctonos, escudos, monedas, variada platería y cuanta cosa se exhibiese en el museo. No solo acudía al recuerdo de los objetos, también a su ubicación. ¿La rueda de carreta se encontraba antes o después de la colección de fotografías? ¿Hacia derecha o izquierda del gran baúl, descansaban los arcos y flechas? Era un tormento que la memoria fallase en esos momentos. Por ello, concurría nuevamente a observar la enorme sala.
Para su sorpresa, descubrió nuevas adquisiciones. Quedó maravillada con las imágenes de seres mitológicos de la zona. Varias estatuillas que representaban distintos personajes extraños. María se acercó sin dudar un segundo a uno de sombrero puntiagudo, espesa barba; provisto de una guacha sobre el hombro y una bolsa en la otra mano. Leyó en voz baja “Karaí Octubre”. Después, volvió la vista hacia las demás pequeñas esculturas. Una a una fue observándolas y enterándose de su leyenda respectiva.
Al cabo de un rato, regresó hacia el Karaí Octubre; decididamente era quién más cautivó su interés. Se trataba de un duende que cada 1° de octubre, recorría las casas de la zona en vísperas del almuerzo. Los lugareños realizaban una ceremonia de festejo organizando una gran comilona. Preparaban la mesa de la mejor manera posible y servían abundantes comidas y bebidas. Esto simboliza la previsión de los meses anteriores, trabajando, produciendo alimentos y guardando para futuro. Octubre se considera el mes de las pestes y de las vacas flacas. Entonces, Karaí Octubre, visita los hogares para premiar y otorgar buena suerte a los responsables o reprender a los perezosos. Luego, sostiene la leyenda, la gente sacude tres esquinas del rancho, con trapos o tapas de ollas. La idea es dejar libre una de las esquinas, para que a través de ella escape La Miseria.
María miró su reloj. Era casi la hora de cierre del museo. Sonrió y guiñó un ojo a la figura. Salió con paso apurado, había caído en la cuenta que septiembre diría adiós en pocos días. Decidió en aquel instante que sería buena idea comenzar a celebrar con su familia el rito descrito.
El 1° de octubre puso el mejor mantel y vajilla en la mesa, flores, vino, pan, carne, frutas. Los pasos siguientes también fueron cumplidos. A partir de entonces, cada año quedó instaurado dicho festejo en conmemoración de Karaí Octubre. Los integrantes de la familia gozaban de buena salud, la fortuna estaba de su lado y su obsesión se esfumó; no le faltaba trabajo y no le sobraba tiempo para ocuparse de otra cosa.
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Texto incluido en el libro “Chaco: relatos del hoy por hoy” Barchuk N – Vidaurre M. Resistencia, mayo de 2014, Editorial Contexto.-